jueves, 17 de enero de 2008

¿Son Lucifer y Satanás lo mismo?

Es triste, aunque cierto, que a veces los estudiantes de la Biblia atribuyen a la Palabra de Dios factores y conceptos que esta no enseña ni sostiene. Estas creencias mal proyectadas se presentan en una variedad enorme—desde interpretaciones erróneas inofensivas hasta falsas doctrinas que pueden condenar el alma.
Aunque existen numerosos ejemplos de ambas categorías que pudieran ser listados, tal vez uno de los conceptos erróneos más populares entre los creyentes de la Biblia es que Satanás también es designado como “Lucifer” en los pasajes de la Biblia. ¿Cuál es el origen del nombre Lucifer, cuál es su significado, y es un sinónimo para “Satanás”? Aquí están los hechos.
El nombre “Lucero” (o Lucifer) se usa en la Versión Reina Valera, en Isaías 14:12: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones”. La palabra hebrea traducida “Lucero” es helel (o heylel), de la raíz, hâlâl, que significa “resplandecer” o “alumbrar”. Keil y Delitzsch anotaron que “[e]l nombre se deriva en otros lenguajes antiguos de su brillo llamativo, y aquí es llamado ben-shachar (hijo del amanecer)... (1982, 7:311). Jerónimo, en su traducción de la Biblia (383-405 d.C.) conocida como la Vulgata Latina, creyendo que el término estaba describiendo al planeta Venus, empleó el término latino “Lucifer” (“portador de luz”) para designar al “hijo de la mañana” (Venus). Solamente después se originó la sugerencia que Isaías 14:12 et.seq. estaba hablando del diablo. Finalmente, el nombre Lucifer llegó a ser sinónimo de Satanás. Pero ¿es Satanás “Lucifer”?
No, no lo es. El contexto en el cual el versículo 12 calza comienza en el versículo 4 donde Dios dice a Isaías: “Pronunciarás este proverbio contra el rey de Babilonia, y dirás: ¡Cómo paró el opresor, cómo acabó la ciudad codiciosa de oro!”. En su comentario de Isaías, Albert Barnes explicó que la ira de Dios se encendió contra el rey porque el gobernador “no propuso reconocer a nadie superior en el cielo o en la tierra, sino que se designó a sí mismo y a sus leyes como supremos” (1950, 1:272). La jactancia del soberano insolente fue:
Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo (vss. 13,14).
Como resultado de esta auto-deificación egoísta, el monarca pagano experimentaría finalmente la ruina de su reino y la pérdida de su vida—un final ignominioso que es descrito en términos vívidos e impactantes. El profeta proclamó al rey una vez considerado poderoso: “Mas tú derribado eres hasta el Seol”. Y cuando el gobernador finalmente descendiera a su morada eterna, los cautivos de ese reino escondido se burlarían de él diciendo, “¿Es éste aquel varón que hacía temblar la tierra, que trastornaba los reinos?” (vs. 16). Él es denominado como un “varón” (vs. 16) que moriría en descrédito y cuyo cuerpo sería sepultado, no en sarcófagos reales, sino en hoyos reservados para las multitudes oprimidas (vss. 19,20). Los gusanos comerían su cuerpo, y los erizos pisotearían su sepulcro (vss. 11,23).
Fue en este contexto que Isaías se refirió al rey de Babilonia como el “hijo de la mañana” (“hijo del amanecer”; “estrella de la mañana”) para representar el estado una-vez-resplandeciente-pero-ahora-oscurecido, una-vez-altivo-pero-ahora-humillado del gobernador (próximo a ser destronado). En su Bible Commentary (Comentario Bíblico), E.M. Zerr observó que tales frases fueron “...usadas figurativamente en este versículo para simbolizar la dignidad y esplendor del monarca babilónico. Su derrocamiento fue comparado a la caída de la estrella de la mañana” (1954, 3:265). Esta clase de fraseología no debería ser sorprendente ya que “[e]n el A.T. la caída de los poderes nacionales corruptos son frecuentemente representados bajo las imágenes de luceros celestiales que caen (cf. Isaías 13:10; Ezequiel 32:7), por ende, en este contexto el monarca babilónico es descrito muy adecuadamente como una estrella caída [cf. ASV]” (Jackson, 1987, 23:15).
No obstante, en ningún lugar en el contexto de Isaías 14, Satanás es representado como Lucifer. De hecho, la verdad es diferente. En su comentario sobre Isaías, Burton Coffman escribió: “Nosotros estamos felices de que nuestra versión (Versión en Inglés American Standard) no utilice la palabra Lucifer en esta interpretación, ya que...Satanás no es el tema en absoluto de este pasaje” (1990, p. 141). El gobernador babilónico debía morir y ser sepultado—destinos que Satanás no enfrentará. El rey fue llamado un “varón” cuyo cuerpo debía ser comido por gusanos, pero Satanás, como espíritu, no tiene cuerpo físico. El monarca vivía en una “ciudad codiciosa de oro” (vs. 4), pero Satanás es el monarca de un reino espiritual de tinieblas (cf. Efesios 6:12). Y así sucesivamente.
El contexto presentado en Isaías 14:4-16 no solamente no describe a Satanás como Lucifer, sino va en contra de esta idea. Keil y Delitzsch proclamaron firmemente que “Lucifer”, como sinónimo, “es uno perfectamente adecuado para el rey de Babel, a causa de la fecha antigua de la cultura babilónica, la cual databa tan temprano como el crepúsculo gris de tiempos antiguos, y también a causa de su reputación astrológica” (1982, p. 312). Ellos entonces concluyeron correctamente que “Lucifer, como un nombre aplicado al diablo, se derivó de este pasaje...sin ninguna justificación en absoluto, como relacionándose a la apostasía y castigo de los líderes espirituales” (pp. 312-313).
Apologetics Press. Autor: Bert Thompson