martes, 19 de febrero de 2008

La Dama Hasshing



Te prometí amor eterno…
Tus alas me cobijaron en mi caída hacia el abismo y por fin, me entregaron a Él.
Sígueme toda la eternidad.
Ven,
y siénteme…
Eternamente Tuya.




Prólogo
10.000 años antes…



Sentada junto a la fuente, abstraída en mis pensamientos, no podía dejar de pensar en él, el Sol Negro de mi vida. No pensaba en el futuro… No. Nuestro Padre no estaba dispuesto a permitir nuestra unión. En estos momentos de batalla absoluta, no.
Pero Él y yo somos Espíritus gemelos; y por naturaleza, rebeldes y soberbios. Nos necesitamos el uno al otro como el aliento de la vida, como las alas revoloteando para alzar el vuelo. Un vuelo que, estoy segura, no llegaremos a emprender. Pues hay muchos factores en contra.
Y el Status de Lux es uno de esos factores.
Yo soy Uadyet, hermana de Lux y su gran amor. Ambos somos ángeles Hasshing y procedemos de un mundo más lejano que Syrio: el Universo Increado, un espacio inexplorado más allá del Universo creado que carece de Tiempo y Materia.
Para los ojos extraños de los seres pertenecientes a los mundos subyacentes del otro lado de nuestro universo, nosotros, los ángeles, somos etéreos, energía pura. Transformables y hasta multiformes. No obstante, sólo tomamos forma corpórea cuando tenemos que acudir a un mundo de materia. Infiernos, espacios muy dañinos para nosotros, que a veces nos vemos obligados a soportar para cumplir la voluntad de nuestro Padre.
Pero Lux tiene mucho carácter, y sé lo que ocurrirá…
Para evitar descender a unos de esos infiernos, que asfixian nuestras energías, se enfrentará impulsivamente a nuestro Padre y lo que es peor, al Otro. Al temible Onian.
Siento este presentimiento con tanta fuerza que desgarra todo mi ser. Creo morir sólo con pensarlo. La llaga que me va a provocar el mal que pueda generar Onian en nuestras esencias permanecerá abierta toda la eternidad. Es posible que esté equivocada y que esto no sea más que un sueño producto de mi imaginación. Qué Lux no se rebelará…
Pero no, no estoy equivocada.
No es un sueño… Es mi realidad. La realidad de Lux y mía.
Un sacrificio para cumplir la Voluntad de nuestro Padre, y un atrevimiento que Onian, como dueño y señor de los infiernos, no verá con buenos ojos. Estaremos a su entera merced.

De repente siento un vuelco en el corazón. Me giro temblorosa, y al contemplar los fuertes destellos del aura de mi Padre, me transparento como el cristal. Ha ocurrido lo que más temía, lo sé. Toda mi esencia se rebela y mi fuego comienza a crepitar con fuerza.
«¿Dónde está?», pregunto mentalmente.
No obtengo respuesta.
Sólo una necesidad imperiosa de seguirle. Y en silencio, nos deslizamos por la pradera verde, camino de nuestro Templo. Ya distingo los arcos, y las flores blancas… y el canto sinuoso del aire.
Una voz atornilla mis pensamientos.
Condenado…
Me doblo como una hoja. Quiero gritar…
¡Lux…!
«Salvaguardaremos el Grial en ti, Uadyet…»
«Padre…», me detengo.
«No te recordará…»
«¿Qué?»
No podía dar crédito a las palabras de mi Padre. Lux jamás podría olvidarme, lo sé. Jamás. Nos necesitamos, sin Él yo no soy nadie, y Él…
«Será injuriado en tierra adversa hasta la saciedad…»
«Padre, ¿acaso es una profecía?
«No, la cruda realidad. Y tú…»
Una fina capa de hielo me roció entera al intuir el significado de las últimas palabras de mi Padre. Yo…
«Caerás con Él, pero no estaréis juntos»
Ángeles Hasshing caídos en uno de los Infiernos de Onian. Nuestros recuerdos manipulados. Vivir en cuerpos pesados e imperfectos. ¡Qué horror! No podré soportar su ausencia, si nos separan.
«Lux, no. Sólo tú tendrás cuerpo. Él estará caído sin posibilidad de huir, a menos que tú…»
Comprendiendo el significado de esas palabras, miro fijamente a mi Padre, a punto de estallar en lágrimas cristalizadas por la fría sentencia.
«... Seas capaz de encontrarlo, Uadyet»
«Lo encontraré…»
«No será fácil. Onian hará que Lux olvide quien es y vagará sin rumbo por los abismos infernales, sin posibilidad alguna de salir a la superficie. Perderá las alas, y tú… también»
«¿Por qué has permitido este castigo, Padre?»
«Lux, no sólo se ha negado a ser enviado a ese infierno primitivo, sino que ha desafiado la autoridad de Onian, hija. No era mi intención que ocurriera esto. Lo siento mucho, pero no puedo ayudaros. Tendréis que alzar el vuelo por vosotros mismos, sólo así podréis regresar»
Me quedé en ominoso silencio, aturdida y derrotada, aceptando la sentencia sin replicar. Pero en el fondo mi fuego crepitaba cada vez con más fuerza… Nada podrá detenerme. Encontraré a Lux, esté en dónde esté. Ese fue mi pensamiento y era tan intenso que el veneno que habitaba en mí ardió de repente.
«Pero tú eres el Más Alto. Puedes revocar esa sentencia»
«No, no puedo. El desafío ha tenido lugar en un espacio creado, no hay solución. No, por el momento.»
«Intercederé ante Onian. No le temo…»
«No, Uadyet. Tu sitio ahora es estar en el mismo mundo que Lux, para encontrarle y traerlo de vuelta»
Un silencio cayó sobre nosotros como una losa. Mi Padre se alejó a paso sigiloso, sin mirar atrás. Mientras mi corazón de esencia etérea no dejaba de palpitar por temor.
¿Cuándo?
La voz de mi Padre retumbó en mi mente.
Mañana…
Me estremecí.
Rápidamente crucé el Templo en dirección al arroyo perezoso, necesitaba reptar, como de costumbre, sinuosa por la alfombra de musgo fresco, sentir mi lienzo natural en contacto con los elementos mágicos del universo, cuando de repente una visión embriagó toda mi perspectiva. Una visión venenosa ajena a mí que parecía durar eternamente y que me enloqueció. Una verdadera agonía.
En la visión, vivía obsesionada por la tristeza causada por la ausencia de Lux, por la culpa y los remordimientos, unos sentimientos que me ocasionaban los sumisos siervos infernales para desestabilizar mi férrea templanza. En la visión caminaba, protegida por las alas negras de mi fiel Esfera Mephisto, a través de un lúgubre sendero empedrado, de un bosque frondoso, pensativa; sólo quería vengarme de Onian. Planeaba una docena de aniquilaciones diferentes para ese loco, que se dedicaba a cautivar amorosamente a entidades Hasshing para luego apresarlos en un cuerpo animal e imperfecto que les haría olvidar de donde procedían. Las muertes que yo planeaba eran cada una más horrible que la otra, pero él me ganaba siempre porque tenía en su poder a Lux, y él era su carta definitiva. No podía soportarlo. Pero aún así, no dejaba de pensar en Onian arañando y mordiendo la tierra, su tierra, de rabia, antes de ser aniquilado. Porque él no puede soportar que alguien lo derrote. Y si no lo hace Lux, lo haré yo.
Pongo a Mephisto como testigo de que esa será mi venganza.
No soy un ángel manso ni mucho menos corriente. Lux y yo tenemos la misma Naturaleza transformable. Soy en realidad una Cobra muy peligrosa. Pues mi veneno mata en menos de 30 segundos, y cuando estoy dispuesta a hincar los colmillos, lo hago sin piedad.
Es una cuestión de principios. No aconsejo a nadie interponerse en mi camino, sobre todo cuando esta Lux de por medio. No me gusta hacerle daño a nadie, pero si es necesario puedo hacer excepciones.
Tengo una mirada muy siniestra para todo aquel que me mira con odio. Y si la situación lo requiere…
Texto de mi autoria y perteneciente a mi obra: La Dama Hasshing: danzando con Mephisto. (Nefer Williams - Todos los derechos reservados.)